Paracelso.(1493-1541) fue médico,
alquimista y astrólogo. Una de las figuras más controvertidas de la historia de
la medicina. En su búsqueda de lo nuevo y su oposición a la observancia ciega
de la autoridad tradicional, fue más moderno que la mayoría de sus
contemporáneos, y en su concepción astrológica y mística fue más medieval que
los médicos de aquella época.  
Las 7 Leyes que a continuación se detalla hacen
resumen de su vida, obra y pensamiento.
1.- Lo primero es
mejorar la salud.
Para
ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica,
llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber
diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas,
masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el
tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido
a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un hábito que debes a tu propia
dignidad.
2.- Desterrar
absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo,
rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza.
Huir
como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas,
ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores
por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la
base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de
importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma.
Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y
pensamientos. El azar no existe.
3.- Haz todo el bien posible.
Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás
tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y
huir de todo sentimentalismo.
4.- Hay que olvidar
toda ofensa, mas aún: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es
un templo que no debe ser jamás profanado por el odio.
Todos
los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te
hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las
superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu
espíritu, que es divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del
vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.
5.- Debes recogerte
todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte
lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada.
Esto
fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con
las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen
ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una
existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos
victoriosamente por una voz interior que te guiará en tales instantes de
silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.
6.- Debes guardar absoluto
silencio de todos tus asuntos personales.
Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de
referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas,
aprendas, sospeches o descubras. Por un largo tiempo al menos debes ser como
casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.
7.- Jamás temas a los
hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana.
Ten
tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil,
porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si
elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien
debes temer es a ti mismo.
El miedo y desconfianza en el futuro son madres
funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el
desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, veras que
intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las
que alegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en
el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra
parte, la riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a
ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero
la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca
impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoísmo.
Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de
la vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es
como si dijéramos: pecado mortal contra el Espíritu Santo.

 
"No hay religión, filosofía o ciencia más elevada que la
verdad, y esta no es propiedad de nadie, excepto del espíritu libre que está
dentro de todos nosotros"
(Paracelso).